Cuando mis padres me llevaron al circo de pequeña, no me gustó, salí con una sensación de tristeza que me ha acompañado siempre que pensaba en ello y por lo que nunca volví a ir.
Aquella vez lo recuerdo como un sitio horrible, cutre, frio, y lleno de polvo, los payasos me daban una pena enorme, no fueron capaces de sacarme la mínima sonrisa, los animales me daban otra pena enorme, tan cansados y aburridos de hacer siempre lo mismo, los trapecistas no me daban ni vértigo y a los malabares se les caían las mazas, total que mi idea de circo era un auténtico horror, hasta que el sábado pasado volví al Circo Price.
Nada que ver con el recuerdo de aquella tarde, las lonas se han convertido en un estiloso teatro, los asientos están mullidos, la música es en directo, los payasos no hablan y los trapecistas del este tienen mejor cuerpo, los animales casi todos eran de mentira con colores mágicos y entonces ocurrió que los payasos me hicieron reir, el funambulista me paró el corazón , las mazas se siguieron cayendo y los aros se entrelazaban por mi cuerpo.
Entonces pasó, que no pude dejar de aplaudir.
Otra de Stereolab que me tiene enganchadita
Stereolab - Jean Seberg