Siempre que pensaba en Estambul, visualizaba una alfombra mágica por el cielo volando, una lámpara maravillosa y una bailarina con la tripa al aire, para mí Estambul es una ciudad viva incluso en el sueño, el despertador es un señor gritando llamando a rezar, los olores se mezclan con las cachimbas y el té, las castañas asadas y los kebab, los pasteles dulzones y las mazorcas de maiz, el olor a pan y a sudor, la ciudad del color, las luces de las pequeñas lamparitas de cristales irrompibles, el color de las granadas y las naranjas, el azul del mar, las teselas de las mezquitas, los pañuelos de colores, los regateos en el gran bazar, aquella lamparita con la que soñé la encontré y las alfombras estaban colgadas en una esquina de la calle, los sitios siempre son mejores en tus sueños, pero para mí Estambul no se ha alejado de aquello que imaginé...
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