
Desordenadamente andaba yo con mis cosas, no por falta de tiempo, ni de espacio, si no por pura vaguería, lo que nos pasa a las personas desordenadamente vagas es que sabemos generalmente donde se encuentra cada cosa, aunque pocas veces no.
Mi desorden yo creía que no era de los peores, hasta que le conocí a él, entonces caí en la cuenta de que ordenadita no soy..., en cada percha una cosa, en las mias tres o cuatro amontonaditas y bien arrugadas, él por escala de colores, yo mezclando el verano con el invierno...
Su armario roza la perfección, cada cosa en su sitio, cada rincón completamente adecuado a su contenido, el mío lo abro y algo se cae, las cosas a presión, lo que ni me acuerdo que tengo, las cosas sin estrenar, las obsoletas, las nuevas, las viejas, las que se van olvidando y las que quiero olvidar, las que alguna vez meto en la bolsa de dar...
Entonces, casi por pura verguenza me lio la manta a la cabeza en un alarde de cordura y me pongo a ordenar..., y cuando acabo digo ¡qué barbaridad!...cuanto espacio me queda aqui, cuanto espacio me queda allá, pero...si esto lo había perdido..., pero si esto lo vuelvo a encontrar...
Y entonces ocurre que me propongo ser la tia más ordenada del mundo, hasta que se empieza a acumular y le digo todo el rato, "pero mira, mira que ordenado, pero qué mires que ordenado", como si hubiera hecho una proeza de las grandes retirando el polvo de la mesilla..., y lo que a mi me sorprende él lo ve normal, porque los ordenados no se extrañan de lo que a mi tanto me asombra...los ordenados ven todo espaciado, yo lo veo acumulado y no puedo dejar de mirar y preguntarme... Esto, así ¿cuánto durará?