Ayer fue la primera vez que mi niña se fue de picos pardos sin mí, a una granja escuela, con un montón de niños, ávidos de ver ovejas, gallinas, patos y vacas, al final vieron un toro, una vaca, muchos patos, algunas gallinas y moscas, según me ha contado ella.
Amasó pan y me lo trajo cuando ya estaba duro, pero aún así nos lo comimos...
La fui a ver cuando se iba sin que me viera, y a lo lejos le hice fotos a modo de paparazzi barato, con recelo miraba al conductor y rezaba para que fuera bien despierto.
Empiezan los sentimientos encontrados, el deseo de que se lo pase muy bien, que disfrute conociendo cosas nuevas, rodeadas de sus mini amiguitos, pero a la vez no puedo evitar sentir el temor a que le pasara algo en el camino, es inevitable e incontrolable, al menos para mí, ese pequeño riesgo que existe en cada momento de la vida se hace patente cuando tú no estás cerca de ella y la dejas marchar a 30 kilómetros de Madrid..., pero todo se pasa cuando a las 7 ves que se acerca el autobús, se oyen los pitos de los coches porque cortan la calle, mientras mi bichito baja con cara de haberlo flipado entre otros bichos y la abrazo mientras me cuenta que ha visto un toro , una vaca y muchas moscas...
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