A veces le veo encerrado en su propia cárcel, intentando arrancar los barrotes para poder salir y metiendo la cabeza por la reja para respirar, a veces yo estoy a su lado para escucharle pedir socorro, pero impasiblemente, nada más.
Su propia cárcel es su amor reinante, la persona que le abraza y le dice te quiero.
Yo soy ahora la compañera del patíbulo donde huele a caramelo.
Yo se que a veces le cuesta respirar y entonces sale a correr en círculos convexos.
Si al menos fumase le pasaría un cigarro...un respiro, un espacio entre segundos inventados.
El inocente liberado, te abro la puerta para que huelas a pan...a mar...o a campo...
Otro día en el mundo - Vetusta Morla
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