martes, 20 de enero de 2009

AMADO HIJO


Amado Hijo:
El día que esté viejo y ya no sea el mismo: ten paciencia y compréndeme.
Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide cómo atarme los zapatos, tenme paciencia: recuerda las horas que pasé enseñándote a hacer las mismas cosas.
Si cuando conversas conmigo, repito y repito la misma historia que tú conoces y sabes de sobra cómo termina, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño, para que te durmieras, tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos.
No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te inventaba para hacerte más agradable tu aseo.
Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario, para no lastimarme con tu sonrisa burlona.Acuérdate que fui yo quien te enseño tantas cosas, a comer, a vestirte y la educación para enfrentar la vida tan bien como lo haces, son el producto de mi esfuerzo y perseverancia por tí.
Cuando en algún momento, mientras conversamos, me llegue a olvidar del tema que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo, no te impacientes, tal vez no era importante lo que hablaba y lo único que quería era estar contigo y que me escucharas en ese momento.
Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas, sé cuanto puedo y cuanto no debo.
Cuando mis piernas fallen por estar cansadas para andar, dame tu mano tierna para apoyarme, como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernitas.
El día que este viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme.





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