Y para no darle vueltas a la cabeza lo mejor es llenarla de otras cosas, paisajes diferentes, costumbres y olores, por eso partimos rumbo a Copenhague, un lugar precioso,
donde la gente no para de sonreir, la educación es su lema, el color de pelo brilla más rubio, las aceras son de adoquines, las casitas bajas, los tejados rojos, y las ventanas grandes sin cortinas,donde no hay humo y se respira a limpio, donde la gente deja las bicis sin agarrar, donde se puede pasear entre lagos y color verde y en sus parques suena la música por cualquier rincón sin saber muy bien de donde sale, navegar por los canales y descubrir rincones donde tomar una cerveza , mientras un concierto improvisado de música electrónica te sorprende en el centro de la ciudad,
esa ciudad carente de pretensiones y que a día de hoy no ha perdido su identidad...
Esa ciudad en la que no nos importaría quedarnos a vivir...y de donde he vuelto cargada de energía...
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